La humanidad tras la genialidad

Diego García se atreve a hacer pública su humanidad y a compartir on-line cosas sobre su vida. 

 

¿Qué crees que debe tener un buen abogado?

Conocimiento y criterio.

 

¿Qué elementos puede tener en cuenta una persona para tratar de saber si el abogado que lo está asesorando es bueno?

En realidad, no hay una única respuesta. Lo difícil de esta profesión es que los clientes solo pueden saber que el abogado es bueno después de que lo contrataron, y cuando muestre resultados. Antes no hay manera de saber.  

Podría consultar sus antecedentes profesionales, su bagaje o lo que ha escrito, para hacerse una idea.  

 

¿Quién dirías que eres?

Un ser humano común y corriente. No es una respuesta vendedora, pero es verdad.

Tengo innumerables defectos (Risas).

Valoro la sinceridad, sin excepciones.

Con mis clientes ser sincero es no generar falsas expectativas para buscar honorarios. Soy ese que aterriza las expectativas.

 

¿Qué música te gusta?

El rock en español, las rancheras, el vallenato, y algunos éxitos del momento que no sacrifican lo musical por lo comercial.

 

¿Qué te hace llorar?

Recordar a los seres queridos que ya no están.

 

¿Corbata o casual?

Casual con un toque chic. Las formalidades rígidas sólo para cuando son estrictamente necesarias.

Prefiero la cercanía y una buena conversación al calor de café a una reunión demasiado formal.

 

¿Qué consejo le das a un no abogado que tiene problemas legales?

Busque un abogado. Pregunte. No hay pregunta tonta.

Es mejor prevenir que curar, y si ya toca curar, asesórese bien y no escatime en gastos.

Parece frase de cajón, pero lo barato sale caro.

 

¿Demandar o no demandar?

Eso depende (Risas).

Los abogados suelen contestar depende casi siempre.

 

Si se puede solucionar sin demandar, busque solucionarlo hasta cuando sea razonable.

Si ya no es razonable seguir intentándolo y cree que puede ganar un litigio litigue, pero también si ve que no puede ganar desista, renuncie. Déjelo pasar y siga su vida.

En algunos casos la tranquilidad no tiene precio, ni siquiera el de las pretensiones cuantiosas en un proceso